Una de las imágenes que más nos viene a la cabeza a finales de octubre y principios de noviembre, son las brasas del asador callejero de castañas en las ciudades y pueblos de nuestro país. Aunque en algunos lugares de nuestra geografía las temperaturas todavía no son demasiado frías, ¿quién puede resistirse a un puñado de castañas asadas?.
Las castañas tienen un bajo contenido calórico y un alto efecto saciante.
La castaña es el fruto del castaño y la gran mayoría provienen de las zonas húmedas del norte de la Península como Galicia, País Vasco o Asturias, entre otros. Este fruto seco tan característico del otoño contiene muchas propiedades y beneficios para nuestro organismo.
Los beneficios que nos aportan son un poco diferentes a los de otros frutos secos como las almendras o las nueces que contienen más grasas saludables pero también más aporte calórico. Por su parte, las castañas contienen bajo poder calórico pues la mitad es agua y casi la otra mitad son hidratos de carbono. Estos están considerados como una fuente de energía importante para nuestro organismo. También constituyen una abundante fuente de vitaminas B1, B3, B6 (comer crudas para mejor asimilación de esta vitamina) y ácido fólico, indispensables para combatir el cansancio físico y mental.
Su alto contenido en fibra ayuda a aquellas personas con problemas de estreñimiento. También se le atribuyen propiedades antiinflamatorias y vasculares gracias a la presencia de minerales tales como fósforo, potasio, hierro y zinc, entre otros.
Debido a sus propiedades las castañas son un alimento recomendado para niños y deportistas.
Si encontramos algún problema a este fruto seco es su difícil digestión. Debido a su alto contenido en hidratos de carbono deben masticarse con cuidado y no comer en exceso. Para aquellas personas con problemas de digestión se recomienda que las consuman cocidas o asadas.
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