Con la llegada de la primavera parques, jardines y floristerías se llenan de flores, siendo el rosal una de las plantas más populares. Ya desde la antigüedad el cultivo de esta preciosa planta estaba muy difundido entre la población ya que además de su uso como planta ornamental también hacían uso de sus propiedades aromáticas y medicinales.
Remontándonos en la historia, en el siglo XVII a.C. la rosa era considerada símbolo de belleza por babilonios, sirios, romanos y griegos utilizándola de manera ornamental. Durante la Edad Media la pasión por el cultivo del rosal se hizo patente tanto en monasterios como por la aristocracia de la época. Aunque fue durante el siglo XIX que empiezan a llegar a Occidente diversas variedades del Extremo Oriente y es cuando los cultivadores de rosas comienzan a podar severamente esta planta con el objetivo de producir flores más grandes para mostrar y ser más atractivas para decorar.
Los rosales se clasifican en cuatro grupos: rosales silvestres,son aquellos que nacen en la naturaleza; rosales antiguos, aquellos que existían antes de 1867, rosales modernos, en este grupo quedan incluidos todos los posteriores a 1867 hasta los que se encuentran en nuestra época y, por último, los rosales especiales, como su nombre indica son aquellos con características concretas.
Los rosales son arbustos o trepadoras generalmente espinosos que alcanzan entre dos y cinco metros de altura, aunque también trepando sobre otras plantas pueden llegar a alcanzar los 20 metros. Los rosales necesitan ser podados para ordenar su apariencia, controlar su tamaño, mejorar su vigor y, en consecuencia, mejorar los hábitos de crecimiento, floración y porte.
Se debe podar al menos una vez al año, siendo marzo el mes más adecuado para llevar a cabo la primera poda ya que durante este mes las heladas ya se dan por finalizadas. La segunda poda es conveniente realizarla a lo largo del mes de noviembre, durante esta época se deben eliminar las maderas muertas y las flores marchitas. La poda de árboles, plantas y arbustos debe ser realizada por manos profesionales que conozcan el cuándo y cómo podarlos, así como las características y necesidades específicas de cada planta o árbol.
Siguiendo algunas reglas simples, el rosal puede mejorar su apariencia y vigor, así como controlar la calidad y cantidad de flores. Hay rosales que admiten podas más severas mientras que otros necesitan una poda mucho más conservadora. Algunas prácticas fundamentales para podar rosales correctamente, sin importar el tipo de rosal son:
- En primer lugar, quitar cualquier brote que haya sido dañado por insectos, enfermedades o inclemencias del tiempo como tormentas o heladas;
- En segundo lugar, en caso que hayan brotes frotándose entre sí, retirar uno de los dos;
- Por último, retirar aquellos brotes que tengan un diámetro extremadamente delgado o pequeño.
En todos los rosales, cortar las flores puede considerarse como una forma de poda. Al recolectar las flores del rosal, siempre se debe dejar al menos dos juegos de hojas en la rama de la que se corta la flor para asegurar el vigor de la planta. Al retirar las flores marchitas y descoloridas, se debe cortar la primera hoja de cinco hojas. Al hacer cortes en los extremos de las ramas, se corta en ángulos de 45 grados por encima de un brote exterior, media pulgada por encima del brote, con el punto más bajo en el lado opuesto al brote, pero no debajo del brote mismo.
Igual de importante es realizar una correcta poda de árboles, arbustos o plantas como utilizar las herramientas de poda adecuadas, ya que utilizando herramientas inadecuadas podríamos causarle un daño importante a la planta o árbol. En el caso de los rosales debemos adecuar el tipo de tijera a la característica del rosal.
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