Las terrazas de Barcelona en entredicho por el Gobierno Municipal de Ada Colau.
Aquellos que llegaron para cambiarlo todo, han convertido Barcelona en la ciudad del desorden y el caos. Mientras los manteros ocupan las calles cual cortijo, los hosteleros arrastran su particular vía crucis para que el gobierno de Ada Colau no les cierre sus terrazas de Barcelona.
Los restauradores de la Ciudad Condal son otro colectivo que se encuentra en pie de guerra por la pasividad e incapacidad de dar soluciones a los problemas reales de la ciudad, por parte del gobierno municipal. El pasado mes de septiembre tuvo lugar un
Pleno municipal extraordinario a petición de PP, CIU y C’s. El Ayuntamiento de Barcelona tuvo que aprobar la propuesta de estos tres partidos políticos que quieren impulsar una reformulación consensuada de la ordenanza de terrazas de Barcelona, a la que también se unió ERC. El Gobierno municipal de BComú y su socio del PSC, se abstuvieron.
«Es necesario resolver el problema de las terrazas de Barcelona para garantizar la convivencia y el uso del espacio público» manifestó Alberto Fernández Díaz, presidente del Grupo Municipal Popular.
Desde los partidos de la oposición reclaman que se lleve a cabo este replanteamiento y se revisen de manera urgente las ordenaciones singulares de las terrazas de Barcelona en diferentes puntos, se eliminen restricciones no contempladas en la normativa y, de esta manera, se garantice el uso cívico del espacio público con el consenso de restauradores y vecinos. «De las 33 ordenanzas singulares de terrazas solo se han aprobado 8 de manera definitiva y 5 de manera inicial, lo que
demuestra la pasividad del gobierno municipal», según palabras del líder del PP, Alberto Fernández Díaz. También exigió al Consistorio la necesidad de que presente una modificación de ordenanza en sus artículos 10 y 11 (los que estipulan las distancias que deben cumplir respecto a fachadas, pasos peatonales, calzadas…).
El gobierno municipal ha demostrado en más de un año de gobierno su pasividad ante esta problemática, cerrando incluso las terrazas de lugares emblemáticos como la Boquería y azotando con multas a los
hosteleros de la ciudad. Incluso algunas de las cafeterías históricas de Barcelona, como Café Zurich, ven sobrevolar la sombra del cierre de su terraza, gracias a la vara «dictatorial» de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Los hosteleros en muchos casos se han visto obligados a cerrar sus terrazas, las cuales se habían convertido en un gran pulmón económico tras la entrada en vigor de la ley antitabaco.
La pasividad de Ada Colau pone en peligro cientos de puestos de trabajo.
Hasta el año 2013 convivían en Barcelona 24 normativas diferentes y durante el mandato del anterior alcalde, Xavier Trias, con el apoyo del Partido Popular, con Alberto Fernández Díaz al frente, se llegó a una unificación de las mismas. El objetivo de esta unificación fue poner fin a la multiplicidad de normas y garantizar la convivencia entre la actividad económica y el descanso de los vecinos.
La nueva ordenanza municipal permitía la ordenación singular de 31 espacios de la ciudad con características propias, a los que sumaban 47 (la gran mayoría plazas) los cuales serían objeto de tratamiento específico. Con esta unificación se quería reducir la creciente sobreocupación de las aceras, teniendo en cuenta distancias y pasos para invidentes, discapacitados, chaflanes, etc… La alcaldesa Ada Colau calificó a su llegada al gobierno de «chapuza» y señaló la necesidad de reformar la normativa existente. Desde entonces lo único que está aplicando son restricciones y multas a los hosteleros de Barcelona, sin presentar ninguna normativa clara al respecto.
El Gobierno de Ada Colau no presentó los informes técnicos de terrazas de los años 2014 y 2015, ni la comisión técnica se reúne con la periodicidad exigible y recomendable, recordó el líder de los populares. Por su parte, los restauradores acusan al gobierno municipal de falta de planificación y de diálogo.
Mientras tanto, la alcaldesa continúa con su política de permisividad absoluta entregando las calles de Barcelona a la prostitución, el top manta y los okupas ante la mirada exhausta de transeúntes y vecinos.
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