¿Por qué soy independentista? por Josep Recasens

Exponer las razones que hacen que me sienta independentista no constituye tarea fácil. No es algo

que pueda explicar rápidamente a un amigo en una conversación de escasos minutos, ni siquiera un

artículo puede expresar plenamente el sentimiento personal de un individuo. Considero que existen

innumerables razones por las que desear la plena soberanía de Cataluña y por lo tanto ser independentista, pero sin necesidad de entrar en concreciones ni detallismos, me gustaría identificar dos grandes bloques a los que

sustentarme: el sentimental y el pragmático.



El ámbito emocional es probablemente el más difícil de tratar, puesto que depende totalmente de la

subjetividad del individuo y no de afectaciones externas; no hay nada que pueda modificar tal

sentimiento excepto la propia persona. Por ejemplo, un finlandés, aunque su Estado fuera

anexionado por Rusia, sus instituciones disueltas y su cultura substituida por otra, seguiría

sintiéndose finlandés incluso pasados 50 años. Es posible que parte de la sociedad y futuras

generaciones sean más proclives al sentimiento ruso, pero por mucho que los poderes fácticos de un

Estado intenten extender su influencia, nunca podrán hacer que la persona sienta lo que no desea

sentir.

El caso del finlandés es extrapolable al de Cataluña. La RAE define una nación como el “conjunto

de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una

tradición común”. Guste o no, Cataluña es una nación, como también lo son el País Vasco y

Escocia, y ésto no es una opinión, sino un hecho. La nación catalana, entendida en estos términos,

cuenta con siglos de historia a sus espaldas en los que se han vivido momentos de esplendor y

momentos de represión, pero ha conseguido pervivir en el tiempo hasta el día de hoy. Y es por esta

razón, que de la misma forma que es legítimo que una señora del Pla de l’Estany se sienta española

hasta la médula, también lo es que un chico de Nou Barris quiera ver su nación, la catalana, contar

con los máximos instrumentos posibles para desarrollar todo su potencial, sin barreras ni

limitaciones, así como decidir por sí misma su propio futuro.




El bloque práctico se aleja de la abstracción para dar paso a hechos palpables, que podemos ver y

enumerar, y que refuerzan la voluntad de tener plena capacidad de decisión sobre nuestros recursos,

para poderlos explotar y emplear como nosotros decidamos, sin injerencias externas. El hecho de

que ésto sea así recae en la certeza de que nosotros (ciudadanos e instituciones) podemos

gestionarlo de forma más eficiente y más acorde a la voluntad de los propios catalanes.

Pese a que la lista es interminable, trataré de sintetizar,

Agravios por los que soy independentista:

  • En 2010 fue recortado el Estatut d’Autonomia aprobado por el Parlament, las Cortes

Generales y ratificado en referéndum por los ciudadanos de Cataluña. Aún más grave me

parece el hecho de que se anularan artículos los cuáles sí están presentes y en vigor en el

Estatuto de Andalucía.

  • Constante déficit fiscal por parte del Estado hacia Cataluña, que ha llegado a representar el

8% del PIB catalán, cuando (en boca de expertos, no mía) sobrepasar el 4% deja de ser

considerado “solidaridad”.

  • Anulación sistemática de leyes e impuestos (como el que graba los depósitos bancarios) e

incumplimiento reiterado de sus obligaciones, como el pago de la deuda de la Disposición

Adicional Tercera del Estatut, el traspaso de las becas universitarias (con sentencia del

Tribunal Constitucional) o la no revisión del Modelo de Financiación de las CCAA, que

debió llevarse a cabo en 2014.

¿Significa ésto que sienta animadversión por todo lo que guarda relación con España? En absoluto.

Yo no quiero independizarme de la tierra de mis familiares (mi madre es de Casarabonela, en la Sierra de las Nieves); ni de una lengua universal como el castellano; ni de la prosa de Cervantes; ni de las rimas de Bécquer; ni del trazo de Goya; ni del ojo de Berlanga; ni de la sabiduría de Ramon y

Cajal; ni de la muñeca de José Tomás, aunque a algunos les moleste.




Todo lo que quiero es un país en el que los criminales no vivan impunemente. Un país en el que no

se juzgue a aquellos que quieren expresar democráticamente su opinión. Un país en el que se

premie el dinamismo y el esfuerzo.

Por éstas y por muchas otras razones, yo, soy independentista.

Josep Recasens

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