delenda Independencia est

Delenda Independencia est

Se dice que el senador romano Catón El Viejo solía acabar sus discursos siempre con la misma frase: “Delenda Carthago est”, que quiere decidir literalmente “Cartago debe ser destruida». Otra variante de la misma que nos ha llegado es “Ceterum censeo Carthaginem esse delendam (‘Además opino que Carthago debe ser destruida’) “. Esto lo repetía fuera el que fuera el tema de su discurso en el Senado, al final del mismo. La célebre frase ha llegado a nuestros días.

Roma había mantenido dos guerras con Cartago, la ciudad estado del norte de África, las llamadas Guerras Púnicas. Tras ganar la primera, Roma impuso sanciones a Cartago sin embargo los habitantes de esta ciudad con los sufíes al frente consiguieron rehacerse, formaron un ejército y enviaron a su mejor general con la misión de hostigar a Roma a la que odiaban profundamente.

Aníbal desembarcó en los que ahora es Cádiz con su ejército y sus elefantes, estableció la capital en Cartago Nova (la actual Cartagena) y desde allí inició su ofensiva hacia la península itálica, ascendió por el litoral mediterráneo, se alió con las tribus galas enemigas de Roma, cruzó sus territorios y en una hazaña sin precedentes consiguió que todo su ejército atravesara intacto la cordillera de los Alpes.

Una vez llegado a la península itálica derrotó a cuántas legiones romanas se interpusieron en su camino y finalmente llegó a las puertas de Roma (Hannibal ad portas). Sin embargo el Senado de Cartago cometió aquí su primer gran error estratégico: no envió a Aníbal los refuerzos que había pedido por miedo de que se hiciera demasiado poderoso. El general púnico no tuvo más remedio que dedicarse a hostigar a las tropas romanas en sus territorios a la espera de una maquinaria de guerra para asediar Roma que nunca llegó.

El general romano Publio Cornelio Escipión inició una táctica para eliminar la amenaza que representaba Aníbal para Roma. Decidió atacar a Cartago desde el norte de África y así atravesando el mar Mediterráneo desembarcó con dos legiones cerca de Útica. Derrotó en dos batallas a los ejércitos que le envío Cartago y, tal como había previsto, los sufíes llamaron a África al ejército de Aníbal para que los defendiera.

Aquí cometieron su segundo y definitivo error estratégico que seguramente cambio la historia del mundo antiguo y por lo tanto lo que ha sido después Europa. El Senado de Cartago no le dio a Aníbal suficientes barcos para trasladar toda su caballería al norte de África. Al  enfrentarse con las legiones de Escipión, Anibal consiguió reunir un ejército poderoso formado por africanos, honderos baleáricos, galos y otras tribus que tenían una sola cosa en común: el odio a Roma.

Romanos y cartagineses se encontraron en una de las más famosas batallas de la historia, la batalla de Zama. Gracias a la debilidad de la caballería de Aníbal, Escipión consiguió derrotarlo y conquistó Cartago, ese fue el final de la Segunda Guerra Púnica.

Años más tarde sería el antiguo adversario en el Senado de Escipión, Catón el viejo, quién empezó a rematar sus discursos con la frase que abría este artículo: “Por lo demás, opino que Cartago debe ser destruida”. Finalmente el Senado romano le hizo caso e inició la tercera guerra púnica.

Cartago resistió durante seis días el asedio de los soldados romanos, tuvieron que avanzar casa por casa y calle por calle, se enfrentaron a una gran resistencia. Del casi millón de habitantes que tenía Cartago sólo sobrevivieron unos cincuenta mil y fueron vendidos como esclavos. La ciudad fue destruida totalmente y lo más valioso llevado a la capital del imperio. Roma borró del mapa a Cartago, su gente y su cultura. La destrucción fue total, casi nadie sobrevivió. Fue la eliminación absoluta del adversario. Roma nunca volvió a tener problemas con los cartagineses y extendió su imperio por todo el mundo conocido.

España en los últimos años se enfrenta de nuevo a un problema que ya ha tenido varias veces en su historia, el separatismo catalán, movimiento basado en el odio a España. Una ideología que no ceja en el empeño de destruir el país y quedarse con uno de los territorios más ricos y prósperos de la nación.

La riqueza de Cataluña ha sido labrada gracias a las inversiones y el trabajo de todos los españoles. Ahora unos pocos quieren hacerse con el control de Cataluña sin embargo este 7 de octubre parece claro que el independentismo está siendo derrotado. Las fugas de grandes empresas y entidades bancarias, la acción firme del jefe del Estado, el rey Felipe VI y la unión de todos los españoles está consiguiendo ganar la batalla a los traidores.

Sin embargo falta una acción final, el Gobierno de España debe reflexionar y pensar que es lo mejor para nuestro país. Muchas voces claman ya que Mariano Rajoy debe ser generoso en la victoria y parar la maquinaria del Estado, ayer mismo el conseller Santi Vila pedía una tregua desde los micrófonos de RAC1. Los cantos de sirena quieren hacernos creer que, una vez más, lo mejor para España es dejar intacto el poder económico de sus enemigos.

Alimentar y financiar a los independentistas ya sabemos a qué resultado lleva, así que hay mucha gente tiene claro cuál tiene que ser la decisión: Delenda Independencia Est.

Evidentemente no se debe entender como el uso de la violencia o la eliminación física del adversario sino de acabar con la financiación y el apoyo a todos aquellos que intentar destruir España y promover cambio legales que protejan al país de sus enemigos.

¿Qué es debería hacer para acabar con el movimiento independentista?

¿No querían un referéndum? Pues bien promovamos uno en todo el país que proponga una modificación de la Constitución que nos ponga al nivel de Alemania donde los partidos que van contra la Carta Magna directamente están prohibidos.

Los españoles esperan de su gobierno que esté a la altura, que intervenga y que castigue de forma ejemplar a los que se han saltado las leyes y desmonte el entramado financiero de apoyo al proceso de sedición.

Los independentistas han tejido una estructura hipersubvencionada que consigue cada día se hable del llamado «procés» en todos los medios públicos y privados, siempre con el mismo relato: España y los españoles son malos y someten a los catalanes. Este mensaje ha hecho que mucha gente que jamás hubiéramos pensado que podían ser independentistas se hayan «convertido» a este movimiento.

Llegado al final de este artículo solo nos queda decir una cosa Ceterum censeo independencia esse delendam.

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